martes, 20 de diciembre de 2011

En soledad.

A nosotros llega un susurro, el del agua descender entre las rocas. Aún suena en la lejanía, pero nos reconforta, nos anima a seguir nuestro camino y nuestra búsqueda.

Se nos interponen dos senderos. El primero parece el equivocado, ya que sube y sube, y el agua siempre baja. Avanzamos por el otro, camino de hierba y rocío, alfombra de hojas y humedad. Nos adentra en un pequeño y agreste bosque de robles, castaños, acebos y helechos.




A cada pisada que damos sobre el manto del otoño el murmullo del agua se transforma en un estruendo, en el rugido de la naturaleza. Nos está esperando, nos aguarda para darnos la bienvenida.


 


 Y...oooooh.




Este remanso de tranquilidad, conjunto de tradición y naturaleza nos ha hechizado. Quiere que permanezcamos más tiempo junto a él, no nos deja marchar. Quiere nuestra compañía, la de alguien que se acuerde él, que no le dejemos solo. No le abandonemos.





Nosotros no le olvidaremos nunca, y siempre querremos volver. Antes de marchar apesadumbrados, una última mirada a esta maravilla, y la promesa de que eternamente estará con nosotros.




7 comentarios:

  1. Carlos, las fotos no son ni una millonésima parte del gozo de estar allí.
    No les hace el honor al lugar.

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  2. Es un sitio mágico. Debería quedarse congelado en el tiempo.

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  3. En nuestras manos queda que siempre sea un lugar especial.

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  4. ¡Impresionante!
    Espero que dure así muchísimo tiempo.

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  5. Como dije anteriormente, depende de nosotros básicamente que así siga.

    La verdad es que es uno de los sitios más bellos a los que me han llevado.

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