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martes, 20 de mayo de 2014

Sierra de la Madrila, en las Villuercas.

Si por la mañana recorríamos un desfiladero, después de comer subíamos a las crestas de una sierra, específicamente a la Sierra de la Madrila, catalogada también como Geositio del Geoparque Villuercas, Ibores, Jara.



La ruta comienza en el puerto de Berzocana, el cual supone la separación entre la Sierra de Guadalupe y la Sierra de la Madrila. Para ello, primero nos adentramos por un melojar que en el periodo en el que fuimos nos mostraba sus hojas verdes que empezaban a salir, mientras que las hojas secas que habían permanecido en el árbol durante el invierno habían caído. Al menos, por el camino encontramos diferentes plantas en flor que nos recordaban que estábamos en plena primavera.
Es tras salir de este pequeño bosque cuando empezamos a darnos cuenta del lugar en el que nos encontramos, al contemplar sierra y una amplia llanura que se extiende hacia el sur. Aunque aquel día no era el mejor para ello debido a la luz y la bruma.



Pero es mejor avanzar en nuestro camino, hacia el sureste en dirección al Risco Viejo. El camino asciende hasta el primer risco para después descender y volver a subir hasta el siguiente. Y aunque hay que estar en buena forma, con paciencia y algún descanso se realiza esta ruta fácilmente.



Aquí, el melojar es sustituido por pequeños rodales de pinar, pero especialmente por zonas de matorral, siendo la jara la especie más abundante. Además, aquellos afloramientos de cuarcitas que me parecían tan llamativos cuando nos encontrábamos junto al río Ruecas los tenemos al alcance de nuestras manos.



Eso sí, de vez en cuando conviene echar un vistazo hacia atrás, donde veremos las mayores alturas de las Villuercas y también de todos los Montes de Toledo. Y aunque desde donde nos encontramos parece que el Risco Matacabras sea el más alto con sus 1133 metros de altura, ni mucho menos es así. A su derecha se encuentra el risco de la Villuerca, que con sus 1603 metros es el techo de todo el entorno. Flanqueándolo se encuentran varias sierras que hacen honor a lo que se conoce como relieve apalachense.



Pero también hay que mirar hacia abajo y al este, justo al valle por donde discurre el río Ruecas y su embalse de Cancho de Fresno. Además, se verán las múltiples sierras con sus cuarcitas (de Sancho, del Águila y de Belén).



Al seguir caminando hacia el Risco Viejo los pinos son menos abundante y van ganando cada vez más protagonismo las encinas, las cuales nos muestran su flor y por ello presentan una tonalidad un tanto más amarillenta y alegre.




Y así, entre subidas y bajadas, entre pinos y encinas, y rodeados de matorral mediterráneo y pradera al fin llegamos al destino marcado para esa tarde, el Risco Viejo. Formado por cuarcitas de cerca parece mucho más grande, mucho duro que desde la lejanía, o incluso desde el Desfiladero del Ruecas.



Desde allí vislumbramos la raña de Cañamero, además del pueblo que le da nombre y la Sierra del Pimpollar. 



Merece pararse un momento allí, ya que entre una gran superficie de jaras se alzan las protagonistas del día, además de algún que otro pino que parece que sobrevivió a un incendio. Así que me entretengo haciendo algunas fotografías antes de regresar.



Regreso que realizamos mirando más al cielo que al suelo, ya que las nubes amenazan chubascos (como así fue finalmente). Aun así, me detengo para echar un último vistazo a este entorno tan especial que empezamos a descubrir ahora con el Desfiladero del Ruecas por la mañana y la Sierra de la Madrila por la tarde.



Nos vamos con la promesa de conocer más lugares del Geoparque Villuercas, Ibores, Jara, tal vez en el entorno del Risco de la Villuerca que tan cerca nos ha quedado, o tal vez por la zona de Castañar de Ibor.




domingo, 11 de mayo de 2014

Desfiladero del Ruecas, en las Villuercas.

Hace bastante tiempo que no pongo una entrada sobre la montaña en sí, aunque sí ha habido varias de algunos pueblos que se asientan en el piedemonte del Sistema Central. En esta ocasión vamos a visitar una cordillera que era totalmente desconocida para mí, aunque en algunas ocasiones la he llegado a ver en el horizonte, como por ejemplo al ir a Daimiel o aquel día que estuvimos por la zona de La Puebla de Montalbán. Se trata de los Montes de Toledo, cuya diversidad biológica y geológica son dignas de ser conocidas.



El sitio elegido para esta ocasión es el Geoparque Villuercas, Ibores, Jara, situado en el extremo sureste de la provincia de Cáceres. En realidad se trataba de una interesante excursión organizada y guiada, en la cual el plan de visita constaba de la visita a dos Geositios. El primero de ellos es el que os presento en esta entrada: el Desfiladero del Ruecas, en el municipio de Cañamero.



La ruta comienza en el pueblo de Cañamero, desde donde bajamos hasta el molino de Barbellido, el cual operaba gracias a la fuerza del agua. Sin embargo, la función de moler el grano ya la ha perdido y en la actualidad sirve para dar techo a los animales de granja.
Desde allí se sigue por la orilla derecha del río Ruecas, el cual va excavando un desfiladero flanqueado por afloramientos cuarcíticos más que impresionantes.



Sin embargo, aquel día tuvimos la mala suerte de que una nube quedó retenida justo en el valle. Este no es un fenómeno raro en el relieve apalachense típico de las Villuercas, de forma que mientras algunos valles pueden estar cubiertos por una nube, en otros brilla el sol. Y justo, ese día nos tocó en el que nos encontrábamos.
Aun así, lo interesante también lo encontrámos en el suelo. Allí se encuentra la flora típica del monte mediterráneo, con laderas llenas de un punteado blanco correspondiente a la flor jaras y zonas muy amarillas formadas por las retamas negras en floración, además de muchos cantuesos, brezos y otras muchas flores que se observaban más de cerca.




Y además, nos encontramos en un río, de forma que no podían faltar las frondosas típicas de estos ambientes, estrenando el color verde de esta temporada. E incluso por allí había un acebo, aunque parecía enfermo.



Continuando el camino se llega hasta la cueva de Álvarez, lugar de leyendas pero también muestra de nuestro pasado, ya que en este resguardo natural se aprecian pinturas rupestres de colores negros y rojizos que representan diferentes figuras, rayas, puntos, etc. Además de una mancha que dicen que es un dragón.



Cerca de allí se encuentra también otro lugar de leyenda para los lugareños, llamada La Marmota. De leyenda o no, a mí me pareció uno de los puntos más bellos del desfiladero del Ruecas,  ya que tras bajar turbulentamente sus aguas se va ensanchando hasta que quedan en calma.




Siguiendo el estrecho sendero, casi imperceptible se llega a un pliegue del terreno, el cual hará que andemos de una forma un tanto peculiar. Un buen lugar para explicarnos qué es un pliegue, y además nos indican que en algunos se llegan a encontrar restos de antiguas formas de vida. Por ejemplo, y lo que más claro que me quedó, las cruzianas, las cuales son icnofósiles, que se forman por animales marinos del Paleozoico debido a su actividad, en este caso por los trilobites. En el recorrido no tuve suerte de ver ninguno, pero qué se va a hacer...



Allí tuvimos que dar la vuelta, y yendo aguas abajo llegamos hasta un pequeño puente sobre el río, el cual tuvimos que cruzar.




Es en esta parte donde la ruta que seguimos corresponde con un pequeño tramo del Sendero de Isabel la Católica, llamado así en honor al camino que seguía la reina desde el cercano Real Monasterio de Santa María de Guadalupe hasta el río Ruecas. Sin duda fue la parte más dura de todo el recorrido, pero al ir ganando altura se iban teniendo mejores vistas del propio desfiladero, y además aquello estaba lleno de plantas en flor.



De esta forma llegamos a la presa del embalse de Cancho del Fresno, de pequeño tamaño y utilizando tanto para riego como para abastecimiento. Seguramente haya roto con parte del paisaje original, pero a la vez le da una belleza diferente a esta parte de las Villuercas, con la lámina de agua azul en primer término y atrás las Sierras de Sancho y del Águila.



Atravesamos la presa, y siguiendo la carretera llegamos al centro de interpretación de la ZEPA de las Villuercas y Valle del Guadarranque, el cual estaba cerrado al menos ese día. Lo bueno es que al estar situado justo encima de la cuerva de Álvarez y tener un observatorio en la azotea pudimos tener mejores vistas de todo el entorno.



Desde allí volvimos directamente Carromero, yendo bajo las copas de los pinos.
Así, en esta entrada hemos visto un geositio que nos representa las partes más bajas del Geoparque, pero en la siguiente subiremos hasta las crestas de una de las sierras.


martes, 8 de abril de 2014

Monumento Natural de La Fuentona.




El Monumento Natural de La Fuentona se encuentra muy cerca de Muriel de la Fuente, aunque pertenece al municipio de Cabrejas del Pinar. Pero para llegar hasta allí primero hay que atravesar la Hoz del río Avión (o Abión) entre escarpes de roca caliza sin la cual no entenderíamos este lugar. Roca que ha sido modelada por el propio río con el paso de muchos, muchos años.



La roca desnuda junto a la vegetación presente, mayoritariamente sabina albar y algunos enebros y pinos, dan un aspecto seco al lugar a primera vista, pero no podemos estar equivocados.



El agua es abundante y la gran protagonista en todo nuestro recorrido, desde el aparcamiento hasta la surgencia. Son cristalinas, de tonalidades azules y verdosas, lo cual me recuerda mucho a las del río Carés, allá por Asturias. Y no es para menos, ambos ríos proceden de aguas que se van filtrando por la roca caliza, a la que van disolviendo.



El camino que tendremos que ir siguiendo se sitúa en todo momento junto al río, al cual no perderemos de vista. También hay sabinas y chopos por un lado, laderas pedregosas por otro. Pero no por ello la ruta es complicada ni mucho menos. De hecho, está adaptada para que todo aquel que quiera disfrutar del mágino lugar que nos aguarda pueda ir hasta allí sin ningún problema, incluidas aquellas personas con discapacidad.



Tras atravesar un puente de madera que pasa sobre una pequeña cascada ya quedará muy poco para llegar a nuestro destino.




Y al fin llegamos a la pequeña laguna de aguas transparentes que supone el nacimiento del río Avión. En realidad de trata de una surgencia en forma de embudo de las aguas subterráneas del Acuífero Sierra de Cabrejas.



Merece la pena sentarse tranquilamente para observar la surgencia, sus colores azules que se ven intensificados por la luz del sol, los reflejos de los alrededores, la vegetación que crece en su fondo y va saliendo hacia la superficie, o a los excursionistas  que como nosotros se paran a mirar, a relajarse.
Y por qué no, dejar volar la imaginación pensando qué se puede ocultar en ese sistema subterráneo desde el que emerge, aunque creo que es mejor que esto nos lo cuenten aquellos que hagan espeleobuceo.



Hay que abandonar este luegar de leyenda, ahora siguiendo el curso del río Avión y comprendiendo mucho mejor su origen.



Pero no antes sin pasar por el Chorro de Despeñalagua. En este caso el camino no está acondicionado, y aunque es prácticamente llano puede estar embarrado y hay que cruzar una pequeña zona con piedras.



La chorrera se encuentra entres escarpadas paredes rocosas, las cuales cierran el paso hacia zonas más altas. Para mí este es un lugar tan mágico como la propia Fuentona, aunque diferentes. Y la gran diferencia es el estruendo de las dos colas al caer, lo cual contrasta enormemente con la tranquilidad de las aguas que suben en el caso de La Fuentona.



Y es otro lugar en el que merecer estar un buen rato, aunque desafortunadamente no es tan tranquilo. Desde allí ya toca volver al coche tras disfrutar de una ruta rápida, cortita, pero muy interesante y apta para todos los públicos.




miércoles, 26 de septiembre de 2012

Mi visión de la ruta de la ribera del río Peña.

Naturaleza, tradición, pastos y aldeas. Con estas cuatro palabras se podría resumir esta ruta que comienza en una de las orillas del río Pra, en Nava.



Desde el principio nos adentraremos de lleno en la frondosidad del bosque de ribera típico de Asturias, con el verdor típico de la época estival. Siempre con el murmullo del río que transcurre en dirección contraria a la nuestra, llegaremos al primero de los molinos. Estos gigantes, de agua en lugar de aire, fueron construcciones utilizadas por los lugareños, no hace mucho, para la obtención de harina.
Salvo en honrosos casos, los molinos han caído en el olvido de todos. Al ser abandonados generalmente han caido en las manos de la naturaleza, la cual los moldea a su gusto, creciendo árboles en su interior y plantas en sus muros.



Además, la canalización que debería llevar el agua hasta uno de estos molinos se ha transformado en sendero, el cual se debe seguir en todo momento hasta encontrarnos con el siguiente molino.



Al poco tiempo de incorporarnos a un camino más ancho y de dejar un pequeño puente a nuestra izquierda (sin pasarlo), llegamos hasta el último molino y al inicio de la siguiente etapa de esta ruta, totalmente diferente a la primera.



Toca una subida con un desnivel considerable, aunque con sólo un poco de esfuerzo no debería ser ningún problema para nadie. Se trata del tramo más deshumanizado de toda la ruta, salvo por algún árbol que no pertenece a estas tierras. Así, en todo momento estaremos rodeados de un bosque mixto.




Será al llegar hasta la pista de hormigón cuando nos daremos cuenta, al mirar hacia atrás, que hemos abandonado la vega del río Peña para situarnos en lo alto de unos montes situados a escasos kilómetros de Peña Mayor (aunque sin poder verla desde nuestra posición).




Es la hora de descender a través de esta pista, pero rodeados del mismo bosque, hasta encontrarnos de nuevo con el río Pra, sus tierras de cultivos y pastos, y con algunas hacinas (o facinas) que siguen resistiendo el transformarse en pacas de plástico.




 
Será aquí donde nos tendremos que despedir de la naturaleza. Primero Grandátila y posteriormente Piloñeta, con sus casas tradicionales y otras restauradas para formar parte de la oferta rústica, sus hórreos y paneras, los cultivos de maíz y legumbres, las huertas, en fin, el paisaje rural actual de Asturias nos despide de una ruta que consigue mostrarno de todo un poco.