sábado, 21 de junio de 2014

De castillos por Castilla-La Mancha.

En una excursión reciente que realizamos por la Sierra Norte de Guadalajara nos preguntábamos que nexo de unión podrían tener los vecino de, por ejemplo Tamajón (Guadalajara) con los de Consuegra (Toledo) para sentirse identificados como una única comunidad. Después esta misma idea la extrapolamos a las dos provincias mencionadas y seguíamos sin verlo claro. Cuando llegué a casa lo entendí a medias o eso creo salvo que alguien me corrija: ese nexo lo compone su historia desde la Edad Media con una Taifa de Toledo cuyos límites son similares a los de la actual Castilla-La Mancha, y desde entonces hasta ahora.
Fruto de esa historia compartida tenemos los numerosos castillos, fortalezas y otras construcciones defensivas que siembran gran parte de su territorio. Una muestra pueden ser los cinco castillos que aquí os mostraré, los cuales hemos ido visitando en los últimos meses como parte principal de nuestras salidas o simplemente aprovechando nuestro paso por allí al ir o volver de otras excursiones más largas. En ninguno de ellos tuvimos la posibilidad real de entrar, pero eso no quita que sean igualmente impresionantes y que en un futuro no podamos dejar de visitarlos.



Empezamos con aquellos dos de Guadalajara, de La Alcarria exactamente, comarca con numerosos castillos y palacios. A uno de los pueblos fuimos allá, por finales de febrero en un día nublado, ventoso y al final, lluvioso. Se trata de Torija, cuyo castillo se ve parcialmente desde la autovía A-2, por la cual he pasado muy habitualmente y aun así nunca he parado en este pueblo.



El origen del castillo de Torija se remonta al siglo XI, tras la conquista de estas tierras por parte del ejército católico. Los Caballeros Templarios se encargaron de defender el valle en el que se asienta Torija, para lo cual levantaron una primera atalaya.
Posteriormente fue cambiando de manos, hasta que finalmente en el siglo XV fue conquistada por los navarros y posteriormente reconquistado por los castellanos gracias a la familia Mendoza, en cuyo poder permanecería. A ellos debemos su actual planta, que data del mismo siglo XV, aunque igualmente importantes fueron su destrucción durante la Guerra de Independencia (siglo XIX) y su posterior reconstrucción a mediados del siglo XX.



Sin lugar a dudas, y desde mi punto de vista, es uno de los castillos más bonitos de la zona, al menos entre los que he visitado, ya que al igual que en otras construcciones de la época se trataba tanto de un lugar defensivo como de residencia.De planta cuadrada, presenta tres torres cilíndricas en tres de sus vértices además de torres de menor tamaño en la parte central de sus lienzos. En el cuarto vértice se encuentra la torre de homenaje, en cuyos vértices también encontramos torres cilíndricas y otras más pequeñas a mitad de sus muros de sillarejo de piedra de color claro.



Todo ello, junto a las cuidadas y bonitas almenas le confieren ese toque tan idílico que tenemos de la Edad Media.



El castillo se sitúa en una de las dos plazas porticadas con las que cuenta Torija, la Plaza de la Villa. De estilo castellano, todas sus casas presentan soportales planos, y en su centro la fuente. Además, desde allí también observamos la torre del campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de construcción más tardía que el propio castillo.



También estaba ligado a los Mendoza el Castillo de Jadraque o de Cid. Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, I Conde del Cid y I Marqués de Canete, hijo primogénito de Pedro González de Mendoza (Gran Cardenal de España), es el hombre al que hace referencia este castillo y no el héroe medieval Rodrígo Díaz de Vivar el Campeador.



Situado en los alto de un cerro vigila tanto Jadraque como gran parte del valle que forma el curso medio del río Henares, además de la Sierra Norte de Guadalajara e incluso se avista el cerro en el que se asienta Hita. Además, a sus pies se encuentra el mismo pueblo de Jadraque.



Con esta posición estratégica, no es raro que en un principio hubiera una pequeña fortaleza de origen medieval. Sin embargo, fue el Gran Cardenal de España, el que, a finales del siglo XV, construyera el actual castillo de Jadraque. Posteriormente se lo legó a su hijo Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, durante cuya vista vivió su época de esplendor, época que terminó con la muerte del mismo.
Eso sí, el estilo es mucho más sencillo que el de Torija, con planta cuadrangular  varias torres cilíndricas o cuadradas, las cuales apenas sobrepasan la altura de los lienzos. Y aunque actualmente no cuenta con torre de homenaje parece que sí contó con ella en el pasado.



Curiosamente, este castillo pasó a formar parte de las propiedades de la familia Mendoza debido a que el Cardenal intercambió el castillo de Maqueda por el de Jadraque.
Y en el castillo de Maqueda o de la Vela estuvimos al día siguiente. En este caso se encuadraba dentro de una excursión más larga que realizamos por la comarca de Torrijos, en la cual visitamos diferentes lugares como las Barrancas de Castrejón y Calaña, o la iglesia de Santa María de Melque.



La historia de este castillo se remonta al siglo X, cuando Almanzor mando mejorar una fortaleza preexistente. Durante la reconquista pasó a manos de Alfonso VI de Castilla y a partir de entonces tuvo diferentes propietarios, entre ellos la Orden de Calatrava, don Álvaro de Luna, o el mencionado Cardenal Mendoza. Éste último lo cambio con Alonso Carrillo de Acuña, Arzobispo de Toledo, por otras posesiones entre las que se encontraba el Castillo de Jadraque.



Finalmente, en propiedad de Gutierrez de Cárdenas, Comendador Mayor de León y contador del reino, se reconstruyó tomando la forma actual en lo que a sus exterior se refiere. De planta rectangular, en tres de sus vértices presentan torres, además de otras dos en los lados más largos. Estas dos torres laterales suponen la separación de los dos niveles distintos sobre los que se construye todo el castillo.
El toque más bello se lo otorgan las almenas además de su puerta principal protegida por un matacán y con el escudo de la familia coronándola.



Muy cerca de allí, a orillas del río Alberche, nos encontramos el castillo-palacio de Escalona, el cual está en ruinas, aunque sus imponentes restos nos indican la importancia que tuvo en su época.
Aunque como en otros muchos casos, su origen es anterior, pareciendo que incluso se remonta a la época romana. Posteriormente hubo una construcción defensiva musulmana que fue tomada por Alfonso VI durante la Reconquista. Y al igual que en otros castillos, tuvo diferentes propietarios, dos de ellos de gran importancia en nuestra historia y en la del castillo-palacio.



El primero de ellos es Don Juan Manuel, el cual nació allí en 1282. Él fue el encargado de reconstruir el castillo durante su señoría de Escalona, otorgándole la muralla exterior con sus torres albarrana de estilo mudéjar.



Ya en el siglo XV nos encontramos de nuevo con Don Álvaro de Luna, uno de los hombres más poderosos al ser Condestable de Castilla, Gran Maestre de Santiago y valido del rey Juan II de Castilla, hasta su caída en desgracia. En cambio, a él debemos la construcción de un palacio en el interior del castillo de Escalona, otorgándole grandeza y poder.



Hasta aquí hemos llegado en nuestro repaso por varios castillos situados tanto en Guadalajara como en Toledo. Pero desde luego, estos no son los únicos, seguramente tampoco lo más importantes ni más bonitos que se puedan visitar en estas provincias, y mucho menos en toda la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha.




domingo, 8 de junio de 2014

Hayedo de la Pedrosa en primavera.

El pasado otoño, allá por el puente de Todos los Santos, estuvimos por suerte del destino en el Hayedo de la Pedrosa para contemplar el lugar y sus colores. Hice entrada de aquella visita (unas semanas después) diciendo que volveríamos el siguiente otoño un día de mejor luz, ya que cuando estuvimos estaba bastante nublado. En cambio, hay que reconocer que no hemos aguantado hasta entonces y ya a finales de mayo volvimos al lugar, en esta ocasión para ver el hayedo y su entorno con los colores vivos de la primavera.



La visita al entorno del hayedo comenzó al inicio del valle, cuando paramos junto a la carretera cerca de Riofrío de Riaza. No íbamos sólo con la intención de estar en el hayedo, si no de intentar ver también flora y fauna. Mientras íbamos en el coche nos llamaron la atención  unas flores de color morado que crecían en pequeños grupos. Se trataba de la averja o veza silvestre (Vicia cracca subsp tenuifolia o V.tenuifolia), cuyas flores atraían a algún que otro insecto como este abejorro.



En ese mismo lugar, y debido a la proximidad del río Riaza, también observamos varias mariposas, las cuales en general estaban bastante inmóviles (imagino que por las bajas temperaturas de la mañana). Las que mejor se comportaron fueron la blanquiverdosa meridional (Euchloe crameri) y especialmente la primera doncella que veía en mi vida.

Blanquiverdosa meridional.

Se trataba de varias doncellas de ondas rojas (Euphydrias aurina). En general imaginaba de mayor tamaño a estas mariposas, pero eso no quita que sigan siendo igualemnte bonitas.


Doncella de ondas rojas.

Además, en una pared rosa por la que fluía el agua crecían otras plantas agarradas a la propia piedra, como es el caso de las fresas silvestres (Fragaria vesca) o en zonas de poco sustrato como las arenarias (Arenaria montana).

Fresas silvestres.
Arenaria.

Y desde ese mismo punto ya veíamos nuestro destino principal, como manchas de un verde intenso y en forma de V. Además, justo encima sobresalían varios picos como la Peña La Silla o el Pico del Granero.



Seguimos subiendo por la carretera, viendo más flores, el embalse de Riofrío, el melojar con hojas cada vez más pequeñas y blancuzcas según íbamos ganando altura y al fin el hayedo. Sin embargo, todo ello, incluso el hayedo, lo dejamos atrás.



Fuimos hasta el propio Puerto de la Quesera, desde donde sabíamos que tendríamos unas buenas panorámicas, como ya comprobamos en otoño. En aquella estación los colores amarillentos, ocres, anaranjados, rojizos y marrones gobernaban en el valle, diferenciándose muy bien el hayedo y el melojar debido a sus tonalidades. En primavera todo está más verdes, pero igualmente de un tono más apagado el melojar que el hayedo. Además, alrededor del bosque y desde la lejanía, el matorral daba una tonalidad marrón al conjunto.



Sin embargo, desde más cerca se comprobaba que el marrón no era tal, si no que era rosa debido a las flores de los brezos. En fin, no era piorno como llegué a pensar cuando estuve allí en otoño.
Había gran cantidad de estos brezos de flores rosas y otros de flores blancas, los cuales no supe identificar. Todo ello contrastaba en gran medida con el verde oscuro del pinar que se asienta en la vertiente sur.



Continuamos andando por esa zona, con la vertiente sur a nuestra derecha y la norte a la izquierda, con con mejores vistas de la primera. Se veía el valle de la Quesera, con amplias extensiones de pinares. Aunque era más impresionante ver nevado el pico del Lobo, cumbre más alta de la Sierra de Ayllón. Hay que recordar que fuimos a finales de mayo, de forma que creo que se trataba de una nevada tardía ya que los días previos la climatología fue adversa con una bajada notable de las temperaturas.



También nos fijábamos, como no podía ser de otra forma, en las flores y en los pajarillos. Entre las primeras se seguían viendo arenarias, mientras que de los segundos conseguí ver carboneros garrapinos, piquituertos comunes y un acentor común se posó y cantó ante nosotros durante largo rato.

Arenaria.
Acentor común.

El objeto de ese pequeño paseo no era otra que ver el hayedo de la Pedrosa desde lo alto, como así fue. Además, a la vez nos encontrábamos a los tres protagonistas del lugar: pino, brezo y haya. Además, se veía como pequeñas hayas iban saliendo del límite de la gran masa que forma el hayedo. Esperamos por su bien (y por el nuestro)) que un bosque tan especia como este en el Sistema Central se mantenga o incluso se extienda.



Después de la comida, al fin nos adentramos en el bosque. No voy a decir que es más bonito e impresionante que en otoño porque mentiría, pero sí es igualmente bonito e impresionante y merece ser visitado.



Sin embargo, aquí, en el "sur" parece que únicamente nos acordamos de los hayedos y de los bosques en general cuando empieza a llegar el frío y los árboles se desprenden de sus hojas. De esta forma, tuvimos la suerte de que aquel día de finales de mayo estuviéramos solos disfrutando de aquel maravilloso lugar, todo belleza, frescura y tranquilidad.



En realidad este hayedo ya lo "conocéis" de mi anterior visita, con su arroyo y aquel acebo de gran porte, las hayas de menor o mayor tamaño creciendo a lo largo de la pedregosa ladera, y aquel canchal tan impresionante en el centro. Por ello, prefiero dejaros unas cuantas fotografías tomadas en esta ocasión, y si queréis, las podéis comparar con las del otoño pinchando AQUÍ. Desde mi punto de vista la primavera también le sienta bien, ni mejor ni peor.








Y si en noviembre veíamos setas y frutos, ahora el turno era para las flores. Por ejemplo, unas blancas y pequeñas crecían junto al musgo, aunque no las he sabido identificar. O unas rositas de un arbusto, similares a las del madroño, pero en este caso de fruto de mejor sabor ya que se trata de las flores del arándano (Vaccinium myrtillus).


Arándano común.

También recorrimos el tramo del hayedo que es atravesado por la carretera, ya que allí sería más fácil observar algunas flores. Fue el caso de las violetas (Viola spp.), las estrellas (Stellaria holostea), entre otras. Además, encontramos plantas de fresa silvestre, pero aún sin flor.

Violeta
Estrella.


Aunque nosotros íbamos más por la búsqueda de aquellos serbales de los cazadores (Sorbus aucuparia) que nos deleitaron con su colorido y sus frutos en nuestra anterior visita. En cambio, en primavera no eran tan llamativos e incluso costaba verlos. Por suerte, algunos nos mostraban sus flores en diferentes estados, desde prácticamente capullos hasta algunas ya marchitas.

Serbal de los cazadores.
Flores del serbal de los cazadores.

Terminamos esta entrada con dos promesas que nos lleva al mismo punto. La primera es ver estos hayucos en crecimiento una vez abiertos allá por el otoño.

Hayucos.

Y la segunda, un poco más complicada, intentar ver las primeras nieves de la temporada en lo alto de los picos, también allá por el otoño.