domingo, 29 de septiembre de 2013

Faro de Luces.

Guiando a los marineros hacia el puerto de Lastres se encuentra el faro de Luces, no muy lejano al otro faro de la zona, el de Tazones. Tan cercano se encuentran el uno del otro que en un buen día se podrían avistar a ambos simultáneamente, además del monte de Rodiles.



Más cercanos todavía se encuentran los acantilados de la Rasa de Selorio. Tanto, tanto que nos encontramos sobre uno de ellos, pues el faro de Luces se sitúa en lo alto del Cabo Lastre, a unos 100 metros aproximadamente sobre el nivel del mar.



Nosotros, de una forma u otra, siempre nos las apañamos para ir allí en los días grises, nublados, en los que la bruma sólo nos deja tener vistas hasta la Punta de Tazones. ¿Acaso se verá algo más allá?, ¿tal vez el Cabo Peñas?.
Pero el cielo gris, el mar rugiendo al fondo, los verdes prados cos su vacas paciendo, y el faro para completar esta imagen idílica, tal vez más propia de las Islas Británicas que de la Península Ibérica.
 





viernes, 20 de septiembre de 2013

Pajareando en verano: Hoces del río Duratón.

A principios del mes de agosto, aprovechando un día entre semana en el que bajarían las temperaturas en Castilla y León (y por lo tanto, evitando el calor y la aglomeración de turistas) decidí acercarme a las Hoces del río Duratón, en la provincia de Segovia.
Ya había estado por allí en varias ocasiones, la anterior fue en el puente de mayo de 2012 con unos amigos y la excursión no es que saliera del todo bien debido a las malas condiciones climatológicas.



Volvía allí con la idea de observar y sacar mis propias fotografías de aves rupículas, en especial del alimoche y del roquero solitario (al que no había tenido oportunidad de ver con anterioridad) y posteriormente ir al bosque de ribera para observar otro tipo de aves. También tenía la vaga y lejana esperanza de ver a la alondra ricotí o alondra de Dupont por los páramos que se encuentran a ambos lados del camino que va hacia la ermita de San Frutos (adelanto ya que no la vi).

El primer lugar al que fui era la ermita de San Frutos, para así intentar aprovechar el momento en el que los buitres leonados se lanzan al vacío para alzar el vuelo. Mientras iba en el coche desde Sepúlveda hasta Villaseca vi milano negro, alcaudón común, y corneja o cuervo (no pude mirar bien). Ya en el camino de tierra que sale desde Villaseca , yendo a un ritmo mucho más lento y pudiendo detenerme con seguridad, conseguí ver a mis primeros dos alimoches del día, pero estaban muy lejos de allí. Desde luego la cosa empezaba interesante, al menos para mí. También en el camino conseguí ver cogujadas, muchos alcaudones comúnes, collalbas grises y bisbistas campestres, pero ni rastro de la alondra ricotí.

Collalba gris
 
Ya estando en la ermita de San Frutos había muchos buitres leonados y pocas personas, como yo quería.



Los bandos de buitres leonados empezaban a levantar el vuelo, poco a poco. Algunos pasaban por abajo, otros a nuestra altura y muchos ya se encontran en lo alto, hasta que pillaban más altura y se marchaban de allí para empezar su jornada de campeo.

Buitres leonados.

En cambio, algunos de los buitres estiraban las patas hacia abajo, signo de que van a aterrizar en alguno de los salientes de las paredes rocosas.

Buitre leonado antes de aterrizar.

Aunque el buitres sea el protagonista más numeroso, no fue al que le dediqué más tiempo. Fue antes de llegar a la propia ermita, todavía no había cruzado el puente, cuando vi a un alimoche que se acercó mucho a donde yo estaba. La verdad es que iba y venía, dirigiéndose en varias ocaciones hacia la ermita, hasta que finalmente se alejó de allí. Pude hacerle algunas fotografías de las que quedé satisfecho.




Alimoche.


Por allí también vi pardillos comunes, numerosos aviones roqueros y justo antes de irme de allí salió volando un halcón peregrino. Sin embargo, eché en falta a las chovas piquirrojas y a las grajillas, aunque a las primeras se las escuchaba en otros meandros.



Aunque en el propio pueblo vi a lavanderas blancas y a un pico picapinos volando, desde luego quería ver más aves. Para ello, bajé al río, recorriendo el inicio de la senda "Puente de Talanco al Puente de Villaseca".



En cuanto a los pajarillos creo que estuvo bastante bien en cuanto a especies avistadas, aunque ninguna es excepcional: lavandera cascadeña, chochín, colirrojo tizón, tarabilla común, reyezuelo listado, papamoscas cerrojillo (no sé si los primeros en paso), papamoscas gris, carbonero común, pinzón vulgar, verdecillo, agateador común, mosquitero spp., petirrojo y más aviones comunes.
Mientras fotografiaba a un buitre leonado también apareció la figura oscura y bastante hábil entre las rocas de lo que creo que fue el roquero solitario.
De los pajarillos sólo me salió mediodecente las fotografías de un petirrojo, lo cual siento mucho.

Petirrojo europeo.

Cuando estuve de pequeño, en una excursión, recordaba muy bien el hecho de haber visto a un buitre posado a poca distancia de nosotros, cuando íbamos siguiendo este mismo sendero. La verdad es que me hacía ilusión volver a verlos así de nuevo. Y curiosamente a los primeros que vi así fue a un buitre leonado adulto llevando comida a otro buitre ya crecido. La verdad es que no se si esto llega a ser algo normal o se trata de una puesta tardía.

¿Pollo de buitre leonado? y cabeza de buitre adulto.

A los otros buitres ya se les veía a mayor altura, en lo alto del cortado o en alguno de sus salientes. Al igual que en la ermita de San Frutos muchos no paraban de moverse y desde luego impresionaba escucharlos y verlos cuando pasaban a tan poca altura. Junto a los buitres también volaban bandadas de grajillas y algunas chovas piquirrojas.



Buitres leonados.

Como nota graciosa relacionada con los buitres leonados, decir que si en la anterior ocasión escuchábamos a la gente decir que se trataban de halcones peregrinos, en ésta ya han crecido y se han transformado en águilas reales (según otros excursionistas). Seguro que a la tercera ya, al fin, son los que son, buitres leonados.

Buitre leonado.

Al dar media vuelta y volver hacia el coche cambié de objetivo con el riesgo de no fotografiar algo interesante. Pero la verdad, las mariposas, las flores y los paisajes también tienen derecho a ser fotografiados.




En cambio, tuve que cambiar el objetivo rápidamente al escuchar moverse algo entre las hierbas, a un lado del camino. Parón en seco, cambio de objetivo un poco nervioso y a hacerle algunas fotografías. La corza estuvo un buen rato, sin inmutarse de mi presencia, mientras se las hacía. Hasta que levantó la cabeza y se fue de allí como quien no quiere la cosa, siguiendo la dirección contraria a la mía.

Corza.

Al final del recorrido volví a cambiar de objetivo para intentar fotografiar decentemente a unos verdecillos. En cambio, algó cayó a las ramas. Era un ratonero común, y por la forma tan torpe de moverse y de gritar diría que es un volantón (aunque no estoy seguro). Me miraba, miraba para otro sitio, cambiaba de postura, se movía a otra rama, demasiado confiado.



Ratonero común.

En fin, me fui de allí con muy buen sabor de boca, contento con las fotografías que había conseguido ese día, y con ganas de volver por allí.






domingo, 15 de septiembre de 2013

Al pie de los Picos de Europa.

Continuando con la crónica del viaje a Asturias de este verano, tras el día que pasamos recorriendo el interior del concejo de Villaviciosa hasta el Alto de la Campa, decidimos introducirnos un poco en la montaña asturiana.
Tras tantos viajes por el Principado la verdad es que ya tocaba conocer, aunque sea un poco, los concejos que forman parte de los Picos de Europa (en su parte asturiana). Debo decir que ya conocía Covadonga y sus largos de un viaje anterior con la familia, como el día en el que íbamso en esta ocasión era un domingo de verano decidimos no subir., y por lo tanto, lugar tan señalado no aparecerá en esta entrada. Aún así, el recorrido que hicimos al pie de los Picos de Europa a un lado y la Sierra de Cuera al otro, desde Cangas de Onís hasta Panes, no desmereció.

Como no podía ser de otra forma empezamos en Cangas de Onís, en busca de una de las estampas más conocidas de este pueblo e incluso de Asturias. Se trata de un puente medieval de tres arcos que cruza el río Sella. Del mayor de estos arcos cuelga una réplica de la bonita Cruz de la Victoria (para ver la cruz original hay que entrar en la Catedral de San Salvador de Oviedo).



Actualmente del puente romano, como es conocido aunque su construcción no sea de la época romana, ya no cuelgan tantas plantas como antes. Tal vez debido a ello haya perdido parte de su encanto, pero no de su verdor ya que inmediatamente detrás se encuentra el bosque y al fondo del todo, las montañas.



Pero este pueblo este concejo es mucho más que el puente y Covadonga gracias a su glorioso pasado. Según las crónicas históricas fue capital del reino de Cangas de Onís, origen del reino de Asturias, del famoso Don Pelayo. Y tras la estatua que así nos los recuerda se encuentra la iglesia de Santa María, con su peculiar torre del campanario escalonada.



Tras una rápida visita a Cangas de Onís y seguramente con cosas que nos quedaron por ver, nos dirigimos hacia el concejo de Cabrales. En el camino los montes y montañas de menor entidad junto a la niebla, que se empezaba a disipar, todavía no nos dejaban ver la grandiosidad de los Picos de Europa en su parte Occidental. No fue hasta llegar a Canales cuando nos topamos de frente con esa gran muralla de piedra, prados y bosques.



Una primera toma de contacto bastante expectacular, tanto al mirar hacia arriba como hacia abajo.



Posteriormente, tanto en Carreña (la capital de Cabrales) como en Arenas (el núcleo más turístico de Cabrales) quedaba patente lo encajonado que está el concejo con el macizo central de los Picos de Europa al sur, y la "baja" Sierra de Cuera al norte.

Carrña de Cabrales con la Sierra del Cuerva al fondo.


Pero antes de llegar a Arenas de Cabrales se encuentra una especie de mirador, al fondo del valle. Desde allí destaca el Naranjo de Bulnes o pico Urriellu (en asturiano) con sus paredes verticales y desnudas. Pero no es el único: la Torre del Oso, la aguja de Los Martínez, Los Campanarios...



Desde Arenas de Cabrales nos adentramos un poco en los Picos de Europa, hasta poco más allá de Poncebos. Siendo domingo y en verano aquello estaba atestado de gente, y además nosotros no íbamos preparados para hacer senderismo y menos a esas horas. En todo caso, ver el curso alto del río Cares desde la carretera, ver cómo baja tan rápido de forma que el blanco de la espuma rompe el azul-verdoso de las aguas más tranquilas hizo que mereciera la pena ir por allí. En otra ocasión tal vez allá menos gente por la conocidísima ruta del Cares o podamos subir hasta alguno de los pueblos altos.




Tras subir a Poncebos volvimos a Arenas de Cabrales y desde ahí dirección a Panes, siguiendo el curso del río Cares. Al poco de abandonar Arenas tanto el Cares como la carretera se encajonan entre dos paredes rocosas hasta poco después de Mier.



Es en Mier donde las aguaas del río Cares se empiezan a tranquilizar, justo antes de hacer un meandro.



Es a ambos lados de este meandro donde se asientan las casas de la aldea, bajo la sombra de una de las montañas más singulares de la zona pese a su menor altitud (no llega a los 700 metros). Se trata de Peñamellera, tan singular es que da nombre a dos concejos: Peñamellera Alta y Peñamellera Baja.




A no mucha distancia el río Cares desemboca en el río Deva, ya cerca de Panes. Y es en ese mismo lugar donde se encuentran las estribaciones de la Sierra de Cuera y de los Picos de Europa, poniendo fin a esta parte del recorrido destino al mar.





domingo, 8 de septiembre de 2013

Dos pequeñas.



Tras mucho tiempo intentando fotografiar a las mariposas que se encontraban en el borde del camino, con múltiples decepciones: molestas ramas, salían volando al poco tiempo, mala postura... un pequeño licénido se encontraba medio oculto bajo los pétalos de esta flor.