Era la primera vez que iba a la Villa (Villaviciosa). Por aquel entonces, aún me sonaban extrañas muchas de sus palabras, como el gochu que vemos refocilándose en la huerta, o la pega que revoloteaba en la pumarada.
También me costaba recordar el nombre de los lugares visitados, como Amandi (ahora tan conocido), o los que veía en el horizonte, como la Sierra del Sueve.
Pero me quedó clara una cosa, me enamoré de estas tierras y supe desde aquel momento que siempre que pudiera volvería para ir descubriendo poco a poco sus encantos y tradiciones (y su gastronomía).
Todo esto lo supe aquí, mientras daba un placentero paseo, o como dicen aquí, caleyando por Vitienes.