Hace bastante tiempo que no pongo una entrada sobre la montaña en sí, aunque sí ha habido varias de algunos pueblos que se asientan en el piedemonte del Sistema Central. En esta ocasión vamos a visitar una cordillera que era totalmente desconocida para mí, aunque en algunas ocasiones la he llegado a ver en el horizonte, como por ejemplo al ir a Daimiel o aquel día que estuvimos por la zona de La Puebla de Montalbán. Se trata de los Montes de Toledo, cuya diversidad biológica y geológica son dignas de ser conocidas.
El sitio elegido para esta ocasión es el Geoparque Villuercas, Ibores, Jara, situado en el extremo sureste de la provincia de Cáceres. En realidad se trataba de una interesante excursión organizada y guiada, en la cual el plan de visita constaba de la visita a dos Geositios. El primero de ellos es el que os presento en esta entrada: el Desfiladero del Ruecas, en el municipio de Cañamero.
La ruta comienza en el pueblo de Cañamero, desde donde bajamos hasta el molino de Barbellido, el cual operaba gracias a la fuerza del agua. Sin embargo, la función de moler el grano ya la ha perdido y en la actualidad sirve para dar techo a los animales de granja.
Desde allí se sigue por la orilla derecha del río Ruecas, el cual va excavando un desfiladero flanqueado por afloramientos cuarcíticos más que impresionantes.
Sin embargo, aquel día tuvimos la mala suerte de que una nube quedó retenida justo en el valle. Este no es un fenómeno raro en el relieve apalachense típico de las Villuercas, de forma que mientras algunos valles pueden estar cubiertos por una nube, en otros brilla el sol. Y justo, ese día nos tocó en el que nos encontrábamos.
Aun así, lo interesante también lo encontrámos en el suelo. Allí se encuentra la flora típica del monte mediterráneo, con laderas llenas de un punteado blanco correspondiente a la flor jaras y zonas muy amarillas formadas por las retamas negras en floración, además de muchos cantuesos, brezos y otras muchas flores que se observaban más de cerca.
Y además, nos encontramos en un río, de forma que no podían faltar las frondosas típicas de estos ambientes, estrenando el color verde de esta temporada. E incluso por allí había un acebo, aunque parecía enfermo.
Continuando el camino se llega hasta la cueva de Álvarez, lugar de leyendas pero también muestra de nuestro pasado, ya que en este resguardo natural se aprecian pinturas rupestres de colores negros y rojizos que representan diferentes figuras, rayas, puntos, etc. Además de una mancha que dicen que es un dragón.
Cerca de allí se encuentra también otro lugar de leyenda para los lugareños, llamada La Marmota. De leyenda o no, a mí me pareció uno de los puntos más bellos del desfiladero del Ruecas, ya que tras bajar turbulentamente sus aguas se va ensanchando hasta que quedan en calma.
Siguiendo el estrecho sendero, casi imperceptible se llega a un pliegue del terreno, el cual hará que andemos de una forma un tanto peculiar. Un buen lugar para explicarnos qué es un pliegue, y además nos indican que en algunos se llegan a encontrar restos de antiguas formas de vida. Por ejemplo, y lo que más claro que me quedó, las cruzianas, las cuales son icnofósiles, que se forman por animales marinos del Paleozoico debido a su actividad, en este caso por los trilobites. En el recorrido no tuve suerte de ver ninguno, pero qué se va a hacer...
Allí tuvimos que dar la vuelta, y yendo aguas abajo llegamos hasta un pequeño puente sobre el río, el cual tuvimos que cruzar.
Es en esta parte donde la ruta que seguimos corresponde con un pequeño tramo del Sendero de Isabel la Católica, llamado así en honor al camino que seguía la reina desde el cercano Real Monasterio de Santa María de Guadalupe hasta el río Ruecas. Sin duda fue la parte más dura de todo el recorrido, pero al ir ganando altura se iban teniendo mejores vistas del propio desfiladero, y además aquello estaba lleno de plantas en flor.
De esta forma llegamos a la presa del embalse de Cancho del Fresno, de pequeño tamaño y utilizando tanto para riego como para abastecimiento. Seguramente haya roto con parte del paisaje original, pero a la vez le da una belleza diferente a esta parte de las Villuercas, con la lámina de agua azul en primer término y atrás las Sierras de Sancho y del Águila.
Atravesamos la presa, y siguiendo la carretera llegamos al centro de interpretación de la ZEPA de las Villuercas y Valle del Guadarranque, el cual estaba cerrado al menos ese día. Lo bueno es que al estar situado justo encima de la cuerva de Álvarez y tener un observatorio en la azotea pudimos tener mejores vistas de todo el entorno.
Desde allí volvimos directamente Carromero, yendo bajo las copas de los pinos.
Así, en esta entrada hemos visto un geositio que nos representa las partes más bajas del Geoparque, pero en la siguiente subiremos hasta las crestas de una de las sierras.
como siempre un placer volver a leer otra entrada interesante en tu blog.
ResponderEliminarMuchas felicidades!
Muchas gracias. Espero que todas sean un placer para la vista y el intelecto, je, je.
EliminarQué guapa!. Muy interesante.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ramón.
EliminarImagino que habréis ido a esa zona en alguna ocasión, porque merece.
Gran sitio por lo que veo, entornos duros de roca donde la vida da mucha rienda suelta.
ResponderEliminarMuy guapo el lugar, aunque con ganas de descubrir otros lugares de las Villuercas. A ti te hubiera recordado mucho a tus ambientes.
EliminarGenial relato de cómo fue visitar ese sitio, bonitas fotos y buen texto. Sin duda habrá que seguir descubriendo esa zona, ¡qué pedazo de potencial tiene!
ResponderEliminarMuchas gracias por todo. Sí, debemos volver a ese lugar, porque debe tener cada sitio para visitar...
EliminarOtro precioso rincón que nos muestras, preciosas las fotos.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias. Es un placer para mí mostraros estos lugares, y además hacerlo con la esperanza de que alguno de vosotros se anime a visitarlo.
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