Hacia principios de octubre fuimos a uno de los lugares más conocidos de la Comunidad de Madrid, dentro de una de las sierras más desconocidas e inexploradas por los madrileños en general: la dehesa boyal del Hayedo de Montejo o "El Chaparral". El Hayedo de Montejo, junto a la dehesa boyal de Puebla de la Sierra, es zona núcleo de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón.
Ambas zonas núcleo están rodeadas por diversas sierras y lomas, gracias a lo cual el impacto humano ha sido algo menos perceptible, aunque no inevitable a lo largo de los siglos. De hecho, como indica el nombre de ambas, se han utilizado tradicionalmente como dehesas boyales por parte de los lugareños, por lo que ambas han sido más o menos acondicionadas para el uso del ganado. Para ello, se eliminabas algunos árboles para que crecieran pastos, dejando los de mayor porte para que dieran sombra.
Sin embargo, este uso sostenible de la finca no fue la que hizo que se protegiera. Años de paso sin control hicieron que se llegara a hecho de restringir el paso a la misma ya que se estaba degradando paulatinamente al no existir un relevo generacional de las hayas. Fue en 1989 cuando el acceso se restringe, excepto para los montejanos los cuales pueden entrar libremente. Para el resto de personas, existen visitas guiadas bajo reserva previa (a través de la página web oficial se dan el 50% de las entradas, mientras que el resto son otorgadas presencialmente en el Centro de Recursos e Información Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón).
Gracias a ello, este pequeño bosque relicto situado en el Sistema Central se va regenerando, siendo posible ver hayas de diferentes edades creciendo a la umbría, junto al río Jarama. Así, podemos ver árboles centenarios de gran porte, mientras que otros son más jóvenes (muchos de los cuales han ido creciendo justo desde la restricción del acceso) e incluso pequeños chirpiales de 1 año .
Debido a los chirpiales de las hayas, los cuales están formados por dos hojas y un pequeño tallo, se prohíbe explícitamente el abandono de los caminos. Éstos, al caérseles las hojas y ser cubiertos por el manto de hojas de los otros árboles durante el otoño, corren un gran peligro de ser pisoteados por los visitantes, de forma que se perdería ese ejemplar. Y teniendo en cuenta que no todos los años las hayas tienen hayucos, motivo de más para respetar esta norma tan básica.
Al principio mencioné que la dehesa boyal del Hayedo de Montejo era también conocida como "El Chaparral". Al menos por mi zona, un chaparral está formado por chaparros (Quercus coccifera) o por encinas (Quercus ilex), además de por el matorral acompañante. Aquí, no tenemos ni uno ni otro, si no que es el roble melojo (Quercus pyrenaica) el que recibe el nombre vernáculo de chaparro. Esta especie de árbol es la más importante de la finca, ocupando aproximadamente la mitad de la superficie, por lo que veremos tantos melojos como hayas. Las bellotas de estos árboles eran utilizadas para la alimentación del ganado, mientras que el hombre aprovechaba su madera especialmente para leña y carbón.
Nosotros fuimos al principio del otoño, y aunque el tiempo de por entonces parecía presagiar un otoño frío, lluvioso y temprano, no podíamos estar más lejos de la realidad. Aquello todavía estaba muy verde aunque poco a poco iban perdiendo el lustre de las hojas del verano. Únicamente los cerezos silvestres que crecían junto al río Jarama empezaban a mostrar colores amarillos y ocres.
Otras especies de interés de este bosque son el álamo temblón, el abedul común, el serbal de los cazadores, el mostajo, el manzano silvestre, el tejo (a mayor altitud) y dentro del bosque de hayas y cerca del agua, el bonito acebo.
Os dejo unas últimas fotografías que contrastan mucho con las que realicé hace un año a otro de los hayedos relictos del Sistema Central, el Hayedo de la Pedrosa en Segovia. Sólo nos queda por visitar el hayedo de la Tejera Negra, tal vez de aquí a unos meses.
En las Reservas de la Biosfera como esta de la Sierra del Rincón es tan importante la conservación de la biodiversidad como el desarrollo socioeconómico (sostenible). Por ello, nos acercamos a una de las cinco localidades que forman parte de la misma. Los municipios que integran la Reserva son Horcajuelo de la Sierra, Montejo de la Sierra, Prádena del Rincón, Puebla de la Sierra y La Hiruela. Nosotros fuimos a La Hiruela, que junto a Puebla de la Sierra, son los más reconocidos por su belleza.
La Hiruela se sitúa entre montes, en un intento de protegerse de los rigores del invierno. Su entramado original es bastante sencillo, dos calles que bajan hasta la plaza donde se sitúa la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel (siglo XVIII, y actualmente siendo restaurada).
Las casas están construidas en pizarra, lo cual nos podría llevar a pensar en un parecido claro con otros pueblos de esta zona del Sistema Central (pueblos negros de Riaza y pueblos negros de Guadalajara). En cambio, la tonalidad más clara de la piedra, además de una mayor altura de las casas (generalmente de dos plantas) y los tejados construidos con teja en lugar de pizarra, le da un toque distintivo a La Hiruela en particular y e los pueblos de la Reserva de la Biosfera en general.
En todo caso sí comparten algunos elementos arquitectónicos, además de la pizarra, como los marcos de puertas y ventanas de madera, además de las ventanas (los originales) de pequeño tamaño para protegerse del frío.
Como hemos podido ver en las fotografías, muchas de las casas han sido restauradas, dando un aspecto inmejorable al lugar, ya que conserva los elementos de la arquitectura típica de la zona, sin caer demasiado en un estilo más moderno e incluso excéntrico.
Además, a las afueras del pueblo se puede ver una rica huerta de hortalizas y especialmente de frutales como el peral o el manzano. Algunas de éstas están enmarcadas dentro de los proyectos que se realizan en esta Reserva de la Biosfera.
El día que estuvimos estuvo lloviendo durante bastante rato, y amenazaba con más lluvia. El brillo del agua embellecía las calles, dándonos más ganas de volver en poco tiempo, tal vez a Puebla de la Sierra y su Dehesa Boyal, o a Horcajuelo de la Sierra.
Te ha quedado una entrada preciosa. Qué bonita es La Hiruela! Esa zona de Madrid ha sido todo un descubrimiento.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es un pueblo bonito, al igual que toda esa zona de Madrid tan inexplorada por nosotros. Hay que volver.
EliminarMuy bonita esa serranía madrileña, tanto el bosque como el pueblo, sendos casos de agradable conservación.
ResponderEliminarEn mi tierra también le decimos chaparros a las encinas, y tenemos otra curiosidad con los robles, porque en Segura llaman así a los quejigos.
En Madrid hay más de lo que pensamos, sitios que sorprenden a cualquiera. Ojalá toda esa zona se conserve bien y escape de la especulación inmobiliaria (que volverá).
EliminarBueno, el nombre de "roble quejigo" sí que lo conocía. Por la ZEPA nº 139 el chaparro es directamente la encina, siendo abundantes los lugares con ese nombres.
Impresionante! Que fotográficos se ponen los hayedos en otoño.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias.
EliminarSí, aunque en este caso no estaba del todo otoñal como hubiéramos preferido, no dejaba de estar bonito.
Qué pasada Isma! Las fotos parecen portales. Te ha quedado una entrada muy chula.
ResponderEliminarQue eso me lo diga un fotógrafo como tú me llena de orgullo y me sube el ego al máximo, je, je. Fuera bromas, se intenta hacer lo mejor posible, especialmente cuando ocurrió en este caso en el que uno no se podía detener demasiado.
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