A principios de mayo decidimos hacer otra de nuestras quedadas con Carlos Rossi en Castilla-La Mancha. Y como en las otras ocasiones, el día comenzó en una laguna de las inmediaciones de Daimiel. Fuimos en viernes, por lo que aquello estaba mucho más tranquilo que en fin de semana y la cantidad de diferentes aves se percibía desde el primer instante.
Sin ninguna duda, las más fáciles de ver por su tamaño y por su número fueron los flamencos comunes. Los adultos eran numerosos, mostrando a sus congéneres y a nosotros mismos sus colores rosas del ala, tan llamativos para todos. De esta especie puedo decir que conozco más bien poco de su etología, pero yo diría que el comportamiento de las fotografías corresponde al cortejo.
Y si eran ya de por sí no eran pocos, mientras mirábamos a otras especies de aves, llego otro bando bastante numerosos de flamencos. Además, se dirigieron hacia aquella zona que ya ocupaban otros flamencos, de forma que ver a un grupo bastante numeroso fue todo un placer.
En nuestro recorrido los llegamos a ver desde más cerca, mientras comían o se acicalaban. Gracias a algunas fotografías que hicimos tanto Carlos como yo vimos varias anillas, como por ejemplo en el caso de uno que lleva una anilla de PVC amarillo (o quizá naranja ya que la sombra me impide ver bien el color) en letras negras con la inscripción X|017 en la pata derecha.
Pero el caso es que no había sólo flamencos, como se puede ver en alguna de las fotos. Por ejemplo, en una de ellas se ve a una pareja de malvasías cabeciblancas, pero en realidad éstas también son relativamente numerosas por allí, formándose bastantes parejas. Ojalá saquen adelante a muchos patitos para que posteriormente colonicen nuevos humedales.
Malvasías cabeciblancas macho (tres) y hembra (una). |
Y otro pato que lo está pasando bastante mal es el porrón pardo, aunque en este caso sólo observamos a un individuo fue todo un placer. Además, vimos a un híbrido de porrón europeo x porrón pardo, en el cual me fijé desde el principio debido a los ojos amarillos que tiene. Hay que recordar que los del porrón europeo son rojos mientras que los del porrón pardo son prácticamente blancos. Además, el híbrido tiene cabeza, cuello y pechos más parecidos a los del pardo, mientras que el resto del cuerpo recuerda al diseño del europeo pero algo más oscuro.
Híbrido de porrón el tercero desde el principio del tronco. |
Junto al híbrido se encentraban porrones europeos, ánades reales y patos colorados. Además, por las inmediaciones se veía a algún ánade friso y a los ruidosos tarros blancos.
También gusto mucho ver los vuelos acrobáticos de los fumareles cariblancos, tanto sobre la lámina de agua como en los campos adyacentes. Habrá que esperar al verano para ver a los juveniles reclamando comida y en sus primeros vuelos.
Fumarel cariblanco. |
Y si yo iba con la idea de ver a una especie en específico, ésta era la avoceta, ya que es a mí me resulta relativamente difícil. Había al menos seis que yo recuerde, yendo de dos en dos. Realmente no sé si son parejas que criarán allí o simplemente pararon durante su viaje.
De limícolas también había varias parejas de las esbeltas, bonitas y confiadas cigüeñuelas, andarríos chicos, chorlitejos chicos, chorlitejos grandes y un chorlitejo patinegro. De los dos últimos chorlitejos, son los primeros que veo y además juntos ya que el grande estaba echando al pobre y pequeño patinegro.
Macho de cigüeñuela común. |
Hembra de cigüeñuela común. |
Entre los pajarillos destacan los carriceros común y tordal, los cuales no paraban de cantar. Incluso un tordal nos deleitó al salir del carrizo y cantar durante largo rato al descubierto.
Carricero tordal. |
De esta forma tan amena pasamos la mañana en una de las lagunas de la Mancha Húmeda. Por la tarde teníamos pensado pararnos en un lugar de Toledo. Y como entre ambas provincias hay zonas de sierra que actúan como límite natural, decidimos cruzarlas en lugar de ir por la autovía. Para ello, elegimos la carretera que une Villarrubia de los Ojos y Urda, pasando por el Puerto de los Santos y la Sierra del Reventón, justo en la parte más oriental de los Montes de Toledo.
De fauna vimos algunas mariposas, algunas aves como arrendajos y cucos, además de varios ciervos descansando a la sombra de las encinas de una finca cinegética. Pero en este caso, al contrario que en la laguna, lo mejor era el paisaje, con la llanura manchega en el horizonte y las laderas llenas de jaras y encinas.
Además, se veían crestas cuarcíticas, típicas de los Montes de Toledo en general, como ya vimos en las entradas correspondientes a Las Villuercas. Al fin y al cabo comparten el mismo origen aunque a simple vista ambos lugares parezcan diferentes.
Y aunque desde lo alto del puerto de los Santos o de la Sierra del Reventón las vistas sean muy bonitas, con el encinar y la dehesa como coprotagonistas de las sierras...
El lugar que más me gustó fue cuando paramos junto a un arroyo, en la parte más baja del recorrido. Estábamos junto a dehesas y sus campos llenos de margaritas, con la sierra de Luenga al fondo, en mitad de ninguna parte y prácticamente solos. Rodeados de la naturaleza manchega más desconocida para el público en general.
Terminamos esa mañana visitando dos ecosistemas tan diferentes entre sí y a la vez tan cercanos, cada uno son sus cosas para mostrarnos y enseñarnos.