Maese Pérez el organista.

"A este primer acorde, que parecía una voz que se elevaba desde la tierra al cielo.."

Iglesia de San Pedro Apóstol (Vitoria).

"...respondió otro lejano y suave, que fue creciendo, creciendo, hasta convertirse en un torrente de atronadora armonía. Era la voz de los ángeles que, atravesando los espacios, llegaba al mundo".

Iglesia de Santa María de Ampurias (Castellón de Ampurias).

"Cantos celestes como los que acariciaban los oídos en los momentos de éxtasis..".

Catedral de Solsona.

"...trinos de alondras que se levantan gorjeando de entre las flores, como una saeta despedida a las nubes".

Catedral Nueva de Salamanca.

Sin embargo, lo que más me impresiona de estos nobles instrumentos no es ni mucho menos su sonido, sino cada uno de sus innumerables tubos de diferentes longitudes e incluso con su propia orientación, cada uno con su propia personalidad. Pero sobre ello, está la caja, minuciosa y ricamente decorada con sus motivos religiosos.

El estilo de los órganos ha ido cambiado a lo largo de los siglos, en función de la época, región, e incluso entre templos de una misma ciudad. Así, cada uno de ellos es único, especial, ya que sólo podrá ser visto allí, en ningún lugar más del mundo. Conociendo esta singularidad, cada vez que me adentro en una humilde iglesia o en una majestuosa catedral lo busco, lo encuentro y lo admiro.

Catedral de Santa Eulalia de Barcelona.

Pero a veces, hay grandes decepciones, cuando órganos del pasado siglo, pobremente decorados, fríos como el metal que compone cada uno de sus tubos, se encuentran en templos históricos. Tal vez sean mejores musicalmente, pero no como elemento integrado en la estética centenaria de estos lugares.

Catedral-Magistral de los Santos Justos y Pastor (Alcalá de Henares).

P.D: las líneas en letra cursiva pertenecen a la leyenda Maese Pérez el organista, de G. A. Bécquer.