Naturaleza, tradición, pastos y aldeas. Con estas cuatro palabras se podría resumir esta ruta que comienza en una de las orillas del río Pra, en Nava.
Desde el principio nos adentraremos de lleno en la frondosidad del bosque de ribera típico de Asturias, con el verdor típico de la época estival. Siempre con el murmullo del río que transcurre en dirección contraria a la nuestra, llegaremos al primero de los molinos. Estos gigantes, de agua en lugar de aire, fueron construcciones utilizadas por los lugareños, no hace mucho, para la obtención de harina.
Salvo en honrosos casos, los molinos han caído en el olvido de todos. Al ser abandonados generalmente han caido en las manos de la naturaleza, la cual los moldea a su gusto, creciendo árboles en su interior y plantas en sus muros.
Además, la canalización que debería llevar el agua hasta uno de estos molinos se ha transformado en sendero, el cual se debe seguir en todo momento hasta encontrarnos con el siguiente molino.
Al poco tiempo de incorporarnos a un camino más ancho y de dejar un pequeño puente a nuestra izquierda (sin pasarlo), llegamos hasta el último molino y al inicio de la siguiente etapa de esta ruta, totalmente diferente a la primera.
Toca una subida con un desnivel considerable, aunque con sólo un poco de esfuerzo no debería ser ningún problema para nadie. Se trata del tramo más deshumanizado de toda la ruta, salvo por algún árbol que no pertenece a estas tierras. Así, en todo momento estaremos rodeados de un bosque mixto.
Será al llegar hasta la pista de hormigón cuando nos daremos cuenta, al mirar hacia atrás, que hemos abandonado la vega del río Peña para situarnos en lo alto de unos montes situados a escasos kilómetros de Peña Mayor (aunque sin poder verla desde nuestra posición).
Es la hora de descender a través de esta pista, pero rodeados del mismo bosque, hasta encontrarnos de nuevo con el río Pra, sus tierras de cultivos y pastos, y con algunas hacinas (o facinas) que siguen resistiendo el transformarse en pacas de plástico.
Será aquí donde nos tendremos que despedir de la naturaleza. Primero Grandátila y posteriormente Piloñeta, con sus casas tradicionales y otras restauradas para formar parte de la oferta rústica, sus hórreos y paneras, los cultivos de maíz y legumbres, las huertas, en fin, el paisaje rural actual de Asturias nos despide de una ruta que consigue mostrarno de todo un poco.