sábado, 29 de marzo de 2014

Patones de Arriba.

Patones de Arriba se encuentra muy cerca de las estepas cerealistas donde resido, en la primera línea de la comarca turística Sierra Norte, en Madrid. Por ello, no han sido pocas las veces que he ido allí de visita, bien con la familia y bien con conocidos que venían a conocer Madrid, y desde luego, no les podía faltar uno de los pueblos más bonitos de la comunidad.



A mi pesar, Patones de Arriba se me resiste desde el punto de vista fotográfico, no consigo encontrarle el punto, esto es lo que hay (al menos hasta que vuelva para intentar mejorarlo).



Tradicionalmente, los municipios que conformar la comarca turística Sierra Norte se han dedicado a la agricultura y especialmente a la ganadería, pero en los últimos años muchos de estos pueblos han visto en el turismo su salida de futuro y ha ido adquiriendo mayor importancia.
Y uno de estos casos es Patones de Arriba, el cual es muy visitado por su belleza, y por qué no decirlo, por su fácil acceso desde Madrid. Podría decirse que es una de las joyas del esta parte de la sierra madrileña.



Se diferencian dos partes en cuanto a las construcciones que las conforman. En la parte más baja se encuentran los hogares de los vecinos, cuya construcción se basa en la pizarra para sus fachadas y teja en los tejados. Además, normalmente contaban con varias plantas (hasta tres).
Aunque en algunos casos las fachadas también se encontraban encaladas, y es posible que hubiera más antes que ahora.



En cambio, en la parte alta, más fría y desprotegida, se encuentran los cobertizos y corrales para el ganado, especialmente el lanar. Posiblemente sea una de las imágenes para características del lugar, al menos para mí. Pero muchos van perdiendo las paredes de pizarra que los conforman, ya que al fin y al cabo su uso original se ha abandonado.



Abandono que también sufrió el pueblo en general a partir de mediados del siglo XX, ya que vivió su particular "éxodo rural". Propiamente dicho no se trataría de un éxodo rural ya que no se fueron del medio rural al urbano (o al menos no todos). Pero sí se fueron a vivir a tierra más bajas, en el valle del río Jarama, donde crearon el conocido como Patones de Abajo.



Las viviendas fueron abandonadas como no podía ser de otra forma. Sin embargo, no tardarían mucho en ser habitadas, generalmente como segundas residencias. 



Otras fueron transformadas en restaurantes, los cuales son uno de los mayores reclamos en la actualidad, ya que atraen a aquellas personas que esperan disfrutar de un pueblo de Madrid cuyo entramado es irregular, disfrutar de su ubicación en la sierra dando un agradable paseo y por qué no, terminar la visita con una buena comida.



Fruto de este turismo rural se ha conservado muy bien o restaurado diferentes edificios de uso público como el lavadero, la fuente nueva o la iglesia (actual CITECO) o el entorno del arroyo .






sábado, 22 de marzo de 2014

Fortaleza Califal de Gormaz.

La Fortaleza Califal de Gormaz, declarada Bien de Interés Cultural en 1931, se encuentra enclavada en la actual provincia de Soria, al norte del río Duero y actualmente está en ruinas (aunque bastante bien conservadas). Pero no siempre fue así, hubo un tiempo en el que tuvo una gran importancia estratégica y fue conquistada alternativamente por cristianos y musulmanes a lo largo de los siglos X y XI.



Se encuentra en lo alto de un cerro, en una posición dominante sobre las tierras llanas de alrededor, y gracias a ello, con unas vistas espectaculares de toda la zona, nada mejor para su labor de vigilancia. Esta misma posición permite que sea divisado desde una distancia considerable.




Antes de subir al castillo merece parar en el propio pueblo de Gormaz, el cual se sitúa a los pies del castillo, en el lado sur. Curiosamente, el pueblo fue fundado tras la última conquista por parte de los cristianos, exactamente por Fernando I de León en el años 1059 o 1060 También fue durante esta época cuando ocurrienron los hechos que valieron a Rodrigo Diaz de Vivar, El Cid, su primer destierro de Castilla, cuando reinaba Alfonso VI (hijo de Fernando I).



La causa de este destierro tiene inicio en 1081, cuando Rodrigo Díaz de Vivar repelió una incursión musulmana por tierras de Soria. Posteriormente, en la persecución de los musulmanes se adentró en la Taifa de Toledo y saqueó la zona nororiental de la misma. Sin embargo, esta taifa estaba protegida por Alfonso VI a cambio de un tributo. Esto valió la enemistad del rey con su vasallo y finalmente lo desterró.
Seis años después, en 1087, El Cid y Alfonso VI se reconcilian por motivos que en este entrada no vienen al caso y este último le entrega al primero diversas posesiones, entre ellas el castillo de Gormaz. Rodrigo Diaz de Vivar fue señor del castillo sólo durante un año, ya que en 1088 fue nuevamente desterrado.
Como vemos, un personaje importante de nuestra historia pasó por este castillo, pero no será el único.



Desde Gormaz vamos subiendo a la fortaleza, pero antes nos encontramos con la ermita de San Miguel, declarada Bien de Interés Cultural. Su construcción es contemporánea a la fundación del pueblo de Gormaz, ya que data de finales del siglo XI o principios del XII. Es de estilo románico y tal vez nuestro anterior héroe la viera igual que nosotros (salvo posteriores reformas) o al menos en construcción.



Al fin llegamos a las puertas de la imponente construcción, con sus torres cuadradas y ya vemos la Torre de Homenaje desde el exterior.



Además, nos podemos ir fijando mucho mejor de la posición privilegiada que tiene sobre los campos y pueblos de alrededor, especialmente sobre Gormaz y el río Duero. Además, en días claros se llega a ver la Sierra de Ayllón en el Sistema Central, o las Sierras de la Demanda, de Urbión y el Moncayo en el Sistema Ibérico.



Siguiendo con un poco de historia, sus orígenes se remontan al siglo IX, durante el Califato de Córdoba, cuando se construyó un pequeño castillo. Posteriormente fue conquistado por los cristianos y recuperado por los musulmanes. Es entonces, a mediados del siglo X, cuando el califa omeya de Córdoba, Al-Hakan II, ordena al general Galib su ampliación, cuyos restos han llegado hasta la actualidad.



Desde fuera del recinto ya vemos el gran tamaño que presenta, hasta el punto de ser considerada la mayor fortaleza de la época en Europa. Como ya dijera anteriormente, se asienta en lo alto de un cerro, tiene forma alargada de oeste a este, con una longitud de unos 380 metros y una anchura máxima de 60 metros. Unas murallas tan extensas exigen ser bien defendidas por 28 torres cuadradas. En general, todo ello construido por sillares labrados, en la parte inferior en sillería y en la superior en mapostería.



Al entrar nos damos cuenta de que posee dos partes bien diferenciadas: al este el alcázar como parte más señorial y al oeste la parte destinada a animales y ejércitos.
De esta segunda parte rápidamente nos daremos cuenta de su amplitud, pero no es para menos, debía acoger a los ejércitos que acampaban allí y a los animales que los acompañaban. Actualmente se sigue viendo una alberca excavada sobre la roca que permitía beber a los animales.
En cambio, en este lado se encuentra uno de los elementos más representativos del lugar, Se trata de una doble puerta con arcos de herradura situada en la muralla sur y que llegó a ser la puerta principal de la fortaleza.




Del alcázar lo primero que veremos serán sus dos torres. Al sur, la Torres de Homenaje; al norte, la Torre de Almanzor. La Torres de Homenaje da acceso al interior del Alcázar, aunque debo decir que fue reconstruida posteriormente siguiendo el estilo mudéjar (siglo XIV). En realidad, el alcázar es el lugar más modificado tras la conquista definitiva por los castellanos.



En el interior del alcázar se encuentran los restos de lo que se piensa que es el Palacio Califal y la Sala de Armas.



Se encuentran en el lado norte y entre ambos se sitúa una poterna que nos da salida a ese lado de las murallas, desde donde tendremos unas magníficas vistas del entorno.




Además, nos encontramos con el aljibe y tendremos acceso a la parte alta de las murallas del alcázar, desde donde tendremos unas buenas perspectivas muy buenas del lado meridional de las murallas.

Para el final dejo la Torre de Almanzor, situada justo al lado de la Torres de Homenaje y unidas entre sí.



La he dejado para el final porque falta una parte de la historia de este castillo que me resulta interesante. Como ya he dicho, esta fortaleza fue ampliada por el califa omeya Al-Hakam II, labor que se la ordenó al general Galib en el año 95. Se debió a la presión ejercida por los reinos cristianos (especialmente León y Pamplona) sobre la marca septentrional. El castillo protegería a la plaza más importante del lugar para los musulmanes, Medinaceli, además de controlar una ruta de acceso al norte peninsular y el rio Duero.



A partir de 978, durante la enemistad que se produjo entre el general Galib y su yerno Almanzor (el cual ya contaba con gran poder), el castillo de Gormaz fue fiel a Almanzor, mientras que Galib se encontraba en Medinaceli. El general intentó recuperarlo, aliándose con castellanos y navarros, pero resultó infructuoso.
Tras la muerte de Galib, Almanzor toma Mecinaceli, que junto a la fortaleza califal de Gormaz fueron lugares de importancia para sus campañas contra los reinos cristianos del norte a finales del siglo X y principios del XI.



En fin, nos tenemos que despedir del castillo, el cual merece ser visitado y aprovechar para conocer esa parte de nuestra historia con personajes tan importantes como el cristiano Rodrigo Díaz de Vivar y los musulmanes Galib y Almanzor.






martes, 11 de marzo de 2014

Barrancas de Castrejón y Calaña.

La semana pasada hicimos una excursión que teníamos planeada desde hace tiempo, pero en esta ocasión con el compañero Carlos Rossi (aunque sólo se puedo quedar hasta el medio día). Queríamos ver las Barrancas de Castrejón y Calaña, también conocidas como de Burujón, en Toledo.



Sin embargo, primero hicimos una parada por la ZEPA "Área esteparia de la margen derecha del río Guadarrama" en las inmediaciones de Torrijos. En poco más de una hora pudimos ver diversas avutardas, un pequeño bando de sisones, gangas ibéricas y ortegas, chorlitos dorados europeos, avefrías, perdices rojas, calandrias, entre otras. Prácticamente la mayoría de las consideradas especies esteparias se encuentran en este medio natural, a la vez tan parecido y diferente por el que yo me suelo mover.



La transición entre el área que ocupa la ZEPA y las Barrancas de Castrejón y Calaña es bastante importante desde el punto de vista agrícola, ya que se pasa de las llanuras cerealistas a los olivares. Y tanto en olivares como en los márgenes de los caminos la primavera se adelantaba con las primeras flores, entre ellas las del almendro.





Sin lugar a daudas lo que más sorprende al llegar al Monumento Natural de las Barrancas de Castrejón y Calaña son las propias barrancas con el embalse situado a sus pies. Además, el embalse da ese elemento agua a un paisaje que por lo demás nos parecería árido.



Curiosamente no se podría entender el lugar sin el agua, ya que ésta ha sido la que le ha dado forma. Primero se formó un escarpe en el material sedimentario gracias a las aguas del río Tajo. Posteriormente, por acción del agua de lluvia y del viento se ha ido erosionando el terreno al ser arrastrados los materiales más blandos, quedando una serie de surcos y de bordes.



A este conjunto normalmente lo conocemos como cárcavas, pero en este caso reciben el nombre específico de Barrancas, formadas por profundas gargantas a lo largo de tres kilómetros y llegando al centenar de metros de altura desde el nivel del agua en el embalse. Entre sus puntos más altos sobresale, más por su forma que por su altura, el Pico del Cambrón.



El color rojizo o anarajnado de la tierra desnuda contrasta con el verde del matorral, el blanco de los almendros en flor que crecen en el fondo de las gargantas, y el color azul de las tranquilas aguas del embalse.



Además, el tipo de ecosistemas en el que nos encontramos es curioso por la vida que presenta, vegetación riparia por un lado y matorral por otro.También se encuentran especies de aves tan diferentes como ardeidas criando en los carrizos o diferentes especies de rapaces diurnas y nocturnas criando en las cárcavas.



Y ya que nos encontramos a bastante altura no está de más mirar hacia el horizonte para poder ver el Pico Noez, los Montes de Toledo y las extensiones de bosque mediterráneo de la zona.







lunes, 3 de marzo de 2014

Pueblos rojos de Riaza.

En la anterior entrada veíamos tres pueblos negros de Riaza: Becerril, Serracín y El Muyo. Aunque los tres pertenezcan a los pueblos negros y presenten los mismos patrones arquitectónicos se veían algunas diferencias entre sí, las cuales les otorgaba personalidad.
Pero donde de verdad se ve contraste es entre los pueblos negros situados a mayor altitud y los pueblos rojos de tierras más bajas. Esto se debe al uso de los diferentes materiales en la consturcción de los edificios: pizarras en los pueblos negros, arcillas y piedras con alto contenido en hierro en los pueblos rojos.



El primero de los pueblos rojos es Villacorta, de fácil acceso desde Riaza. Desde el momento en el que llegamos salta a la vista el porqué de su apelativo. Rojo, mucho más rojo de lo que uno cabría imaginar.



Aunque bien es cierto que muchas de sus fachadas, en especial las más modernas, están pintadas directamente de tonos rojizos o anaranjados, así como las calles que actualmente se encuentran asfaltadas.



Sin embargo, merece parar en aquellas más tradicionales, cuya piedra desnuda y rojiza confirió la apariencia tradicional al lugar. Aunque fijándonos bien, en algunas tampoco es difícil encontrar pizarra.



Junto a la Plaza Mayor no encontramos la iglesia de Santa Catalina, tal vez no tan llamativa como la del siguiente pueblo rojo, pero sí bastante más integrada con el resto de edificios.



En el otro pueblo rojo de la zona, Madriguera,  lo primero que llamaría nuestra atención sin ninguna duda es la iglesia de San Pedro Apostol, situada justo en su entrada. Destaca por su mayor tamaño respecto a las otras iglesias que nos hemos ido encontrando por el entorno, además de por su arquitectura.



En este pueblo las casas que iremos viendo son una mezla de antiguas construcciones con otras restauradas en los últimos años. Las casas restauradas por suerte han mantenido en mayor o menor grado la arquitectura del entorno, por lo que no  rompen con la armonía del conjunto.




Sin embargo, lo que le da ese toque especial a Madriguera son sus rincones y el conjunto de las calles y plazas, y no las casas individualmente. Cada lugar que vemos hace que paremos a admirarlo, luego caminaremos unos pasos y por el cambio del ángulo o al girar la cabeza apreciemos que el mismo lugar puede ser totalmente diferente.




Y lo mejor es que hay muchísimos rincones para ver detenidamente, sin ninguna prisa. Al fin y al cabo es uno de los núcleos urbános más grandes de la zona y de los mejor conservados.




Y aunque haya dicho que no sea para ver edificios individualmente...hubo uno que sí llamó nuestra atención: su fachada apenas está ocupada por la puerta, un ventanuco y la ventana del piso superior.



Espero que haya gustado este rincón de Castilla y León, con sus pueblos tan parecidos y a la vez tan diferentes entre sí, los cuales formán parte de los conocidos como Pueblos rojos y negros, en Riaza.
Hubo otros tres de la misma zona que no pudimos visitar: Alquité, Martín Muñoz de Ayllón y Negredo. Tal vez no sea justo con ellos, pero no nos daría tiempo a visitar todos en condiciones. Eso sí, habrá que volver en una nueva excursión para visitarlos.